Normalmente siempre asociamos el concepto de optometría a la disciplina que se encarga de detectar y corregir las anomalías visuales que son originadas por un problema de refracción (miopía, hipermetropía, astigmatismo, ambliopía o presbicia) o por un desalineamiento de los ejes visuales (estrabismo). El objetivo del tratamiento es alcanzar una agudeza visual del 100% en ambos ojos y así conseguir una imagen nítida de los objetos. Se utiliza para ello la corrección óptica mediante gafas y lentes de contacto. En el caso de los ojos vagos la herramienta terapeútica suele ser la oclusión con parches.
Pero existe una especialidad, la Optometría Comportamental, que se encarga de valorar cómo la persona utiliza su sistema visual y evalúa cómo el cerebro interpreta lo que ve. La visión está íntimamente relacionada con otras funciones como el lenguaje, coordinación motora, procesamiento auditivo... por lo que muchos problemas visuales pueden derivar en un bajo rendimiento académico.
Dentro de la evaluación de las habilidades visuales es imprescindible evaluar los movimientos oculares, seguimientos y sacádicos (movimientos oculares que intervienen en la lectura), hacer una evaluación perceptiva de habilidades como son la discriminación visual, constancia de forma, figura-fondo, cierre visual, memoria visual, y por último comprobar si el proceso de lateralización se ha establecido correctamente.
Cuando se han desarrollado todas las habilidades visuales, el aprendizaje se vuelve fluido y el niño disfruta aprendiendo.